No soy partidario de valorar los procesos internos de las distintas formaciones políticas ajenas a la mía, porque estos forman parte de la legítima estrategia de cada partido, y será el ciudadano el que decida si el instrumento elegido es útil o no en la defensa de sus intereses.
Defiendo a ultranza el valor de la política como herramienta necesaria para la transformación y el progreso de la ciudadanía. Cualquier uso distinto a ese, está condenado a morir como lo hacen las modas, y nadie está a salvo de caer en la trampa.
El tiempo de las encuestas y la cocina vuelve a encender los fogones 3.0, aunque tampoco soy muy dado a las trincheras numéricas y a los juegos probables.
Lejos del asombro de los datos, tan dispares y distintos; tan sufridos y ajenos, dependiendo de la boca que los cante, no dejo de sentir cierta perplejidad y asombro por la traducción acalorada y beligerante de los mismos.
Soy militante del Partido Socialista Obrero Español y solo me conforma ganar a la derecha de este país: a esa que ha hundido en la miseria a millones de españoles; la que ha aniquilado a la clase media; la misma que ha malogrado nuestro sistema educativo y sanitario; la que ha maltratado a la cultura o ha dado de lado las necesarias políticas en defensa de la igualdad.
Los socialistas tenemos la obligación de combatir la ominosa etapa del Partido Popular a lo largo y ancho de nuestro territorio. Nunca estaré en otra lucha que no sea esa.
El Partido Socialista sale a ganar las elecciones, sin tableros de ajedrez de por medio, sin odios y sin complejos, porque no somos hijos e hijas de la hierba seca arreciada por el viento del tiempo.
¡Adelante!