jueves, 25 de noviembre de 2010

Violeta.

Hoy, día Internacional Contra la Violencia de Género, oímos reflexiones acertadas y, en algunos casos, alejadas de la realidad sustancial que dibuja una de las mayores lacras sociales de nuestro tiempo: Siempre ha existido la violencia hacia las mujeres, por el simple hecho de ser mujeres, porque siempre ha permanecido inmerso en nuestra cultura la superioridad del hombre con respecto a la mujer, porque asumimos roles sujetos a líneas lúgubres y fronterizas que separan al género como si de género inerte se tratase, porque los hombres asumimos una vida muda en afectos, sensaciones y emociones más cercanas, presuntamente, al rol femenino.

Nos encontramos, bajo mi punto de vista, con dos situaciones muy distintas, aunque con un patrón común que sigue siendo el mismo: Terrorismo hacia las mujeres. Decía que nos encontramos con una generación que vivió un proceso histórico determinado por la subordinación y el yugo “judeo-cristiano” de la mujer por el hombre en un contexto equivocado de familia conceptualizada en términos elevados de discriminación terrorista hacia la mujer. Esta generación de españoles, crió, en la mayoría de los casos, a sus hijos e hijas en la insigne virtualidad de la familia franquista cargada de rezos, misas, golpes de pecho, y golpes, por desgracia, en otros puntales de la anatomía que sólo producía sonrojo y vergüenza en la mujer víctima de estos abusos consentidos y justificados. Desde estas líneas me gustaría recordar a todas estas mujeres que en la atroz y silenciada España de aquella época, no tuvieron la oportunidad de vivir con dignidad y libertad.
En la actualidad existe libertad, y reconocemos a generaciones de jóvenes españolas que siguen siendo víctimas de malos tratos, aunque de forma muy distinta, en la mayoría de los casos, a las que sufrieron las mujeres de generaciones anteriores. Esto hace que de nuevo, el abuso hacia la mujer, como en épocas anteriores, no fuese en muchos de los casos, detectados por las sufridas víctimas al no saberse maltratadas. De nuevo la cultura social juega en contra de la mujer y esto hace necesario la intervención de las Administraciones y la concienciación de toda la sociedad, en su conjunto, para reconocer esta lacra y aislar con todo el peso de la ley al maltratador.

Hemos evolucionado mucho como país en legislación y esto, siendo necesario no es suficiente para combatir el terrorismo de la superioridad masculina. La sensibilización, la coeducación, la detención y la concienciación son las armas que la sociedad civil y la clase política tenemos para echar un pulso victorioso a la injusta costumbre cultural.

Ojala en un futuro no muy lejano, podamos hablar de igualdad en términos más positivos y generosos.